Cuando se difundió la noticia de la actualización de los términos de servicio de Adobe, los usuarios expresaron rápidamente su indignación. El lenguaje utilizado en la actualización implicaba que Adobe podía acceder a su contenido a través de métodos automatizados y manuales, incluidas técnicas como el aprendizaje automático.
En respuesta a las críticas, Adobe emitió una aclaración afirmando que no entrenarían la inteligencia artificial en el contenido de los usuarios almacenado localmente o en la nube. También dieron a los usuarios la opción de optar por no participar en análisis de contenido.
La aclaración de Adobe llegó en medio de una ola de demandas por propiedad intelectual y arrojó luz sobre la profundamente arraigada escepticismo entre los artistas que dependen en gran medida de Adobe para su trabajo. Artistas galardonados como Brian Kesinger y el patrimonio del fotógrafo fallecido Ansel Adams estuvieron entre aquellos que criticaron públicamente a Adobe por presuntamente vender imitaciones generativas de inteligencia artificial de su trabajo.
A pesar de las garantías de Adobe de que no reclaman la propiedad del contenido del usuario y no lo utilizarán para entrenar Firefly, hay artistas como Jon Lam que permanecen escépticos. El temor al uso y monetización no consensuales de trabajos con derechos de autor por modelos generativos de inteligencia artificial no es infundado.
El balance entre avances tecnológicos y la integridad artística
La indignación sobre los nuevos términos de servicio de Adobe subraya el delicado equilibrio entre los avances tecnológicos y la integridad artística. Aunque Adobe juega un papel fundamental en la industria creativa, es crucial que la empresa priorice la transparencia y el consentimiento del usuario para mantener la confianza de los artistas que dependen de su plataforma.
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